viernes, 6 de mayo de 2011

Paquirrín y Alaska

Hoy he tenido un sueño raro raro, con premio.

Yo estaba en una piscina interior, grande y vieja, en la que entraba luz por enormes tragaluces de color blanco en el techo. Había unas 20 personas, todos en ropa de baño. Era una fiesta y casi todos estábamos borrachos. El rey de la fiesta era Paquirrín, y era el verdadero rey. Era muy simpático, el centro de atención, y hasta me caía bien, muy bien. No dejábamos de beber y reír. Había muchas mujeres y todas estaban por él. Cansado de no tener ninguna, a pesar de que me lo pasaba muy bien sólo viendo al payasín, me voy de allí. Me pongo una camiseta que me tapa justo hasta por debajo de los huevos, me quito el bañador, me seco un poco y me piro por una puerta en un lateral.

La salida daba a un pasillo oscuro de hospital. Enfrente había dos puertas de ascensor. Se detiene el ascensor, se abre, repleto, sale Alaska y se dirige a la puerta de la piscina, donde yo me había quedado parado, el ascensor se va. Iba con un traje negro, ajustado, palabra de honor, gran escote, hasta justo debajo de la rodilla. Realzaba la belleza de su piel blanca. Me pide paso, la saludo, y cuando me aparto y va a abrir la puerta me abalanzo sobre ella. Empiezo a besarla, le digo que siempre me ha gustado mucho, y ella, mientras alucina, se deja hacer. Le meto mano y se me pone muy dura, la polla me levanta la camiseta y ella se da cuenta de que no llevo nada debajo. Me detiene y yo, avergonzado, voy al final del pasillo, donde hay unos lavabos donde tenia la ropa.

Cuando abro la puerta del lavabo salen mis tíos y les saludo sorprendido, ocultando mi erección como buenamente puedo (no puedo) y metros detrás de mí me seguía Alaska. Mis tíos y yo hablamos un rato delante de la puerta del lavabo mientras Alaska espera que terminemos a nuestro lado. Cuando íbamos a despedirnos después de un incómodo intercambio de palabras, una larga fila de niños de 3-4 años con bañador, gorro, zapatillas y toalla salen del lavabo cogidos de la mano, salen como 40. Con el griterío de niños, nos despedimos. Se van. Terminan de salir, y entro al lavabo.

Alaska entra detrás de mí. Sólo había un wc, nada más, dos metros cuadrados, ella y yo. Me dice que le ha gustado cómo beso y seguimos besándonos. Se baja el escote y me pone las manos en sus tetas. Unas tetas fantásticas, de ciencia ficción porno. Me siento y quedan sus tetas en mi cara, mi polla empinada, ella da un paso adelante, se sienta encima y follamos, con sus magníficas tetas en mi cara, despacio, disfrutándolo mucho, besando su maravillosa piel blanca, con cariño.

Mi orgasmo no se hace esperar. Un orgasmo lento, yo la abrazo fuerte, sus movimientos perfectos me envolvían y apretaban mientras eyaculaba hasta la última gota de semen, y ella me decía: no quiero que me olvides nunca. Un orgasmo largo y lento, y un despertar con el pijama y la sábana chorreando de semen. Quiero a Alaska, no la olvidaré nunca.

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